La Realidad es…| Benjamín Portilla
La realidad que vivimos hoy en día es una en la que la inseguridad no solo golpea, sino que asfixia. La ciudadanía no puede permitirse el lujo de la indiferencia, porque la violencia ya no es solo algo que vemos a lo lejos, sino una sombra que se cierne sobre nuestras propias calles. Las familias de los recientes desaparecidos ya sienten esa oscuridad que amenaza con desintegrar el tejido social de nuestras ciudades.
¿Cuánto más podremos seguir fingiendo que nuestros jóvenes pueden disfrutar de su ciudad? Aunque, es cierto, con el tiempo se han construido más espacios de esparcimiento, la realidad es que el miedo los ha vuelto inútiles. De nada sirve tener parques y áreas recreativas si al salir te roban el carro en el estacionamiento del área comercial, te asaltan o, peor aún, desapareces. No hay tranquilidad que resista cuando uno se siente como un objetivo ambulante.
El auge de las balaceras es consecuencia directa del control que buscan las bandas delictivas sobre los comercios y espacios públicos. ¿Acaso es esto lo que nos prometieron cuando se optó por la política de “abrazos, no balazos”? La realidad es que ese enfoque, en su afán de evitar la confrontación, ha permitido que las bandas se adueñen de territorios enteros.
Veracruz no podía estar exento de esta tragedia. Ahí están Sinaloa, Chiapas, Guanajuato, Sonora, Tamaulipas… por mencionar algunos de los estados donde el crimen organizado tiene ya un control considerable sobre sectores clave. La militarización con la Guardia Nacional ha sido la apuesta, pero sin una Policía Federal sólida y con las corporaciones de seguridad estatales debilitadas, el panorama es desolador. Los estados no reciben el financiamiento necesario para enfrentar esta crisis de seguridad, y sus gobernadores, maniatados por la falta de recursos, no pueden hacer mucho.
Entonces, ¿qué más nos espera? ¿Cuánto más debemos tolerar? La indiferencia no puede seguir siendo la respuesta. Sin seguridad, no hay libertad, y sin libertad, perdemos la esencia de nuestra sociedad. Ha llegado el momento de cuestionar hasta cuándo seguiremos bajo el yugo del miedo y qué decisiones verdaderas, no sólo discursivas, se tomarán para recuperar lo que hemos perdid