*Democracia imperfecta para la transformación
** La Cuarta Transformación no será posible, aun con toda la buena fe y voluntad política del Presidente López Obrador
Ciudad de México
Cada vez se confirma más la tesis de muchos analistas, en el sentido de que estamos en la antesala del presidencialismo de los mejores años del PRI, las décadas de los 70s y 80s, con Poderes Legislativo y Judicial acotados, a modo y a su “servicio”, cuando no existían los “organismos autónomos”.
Es así como Morena es el nuevo PRI… o mejor dicho: Morena es el nuevo viejo PRI.
La aplanadora, el gusto por el carro completo, la simulación de escuchar a los otros, la cerrazón y la obediencia ciega al presidente; da lo mismo en el PRI de los 80 que en el Morena de 2022.
Será que en el subconsciente nacional subyace una especie de fijación por la adoración al Tlatoani de nuestras culturas prehispánicas. Será que el colectivo nacional ya extraña al partidazo y sus poderosos presidentes (tlatoanis).
Será que quieren estar bajo el mando de un líder que, todavía, mantiene la simpatía popular, quizá porque la mayor parte de la población, por ignorancia o falta de interés, no presta mucha atención a lo que dice y que quienes sí prestan atención tienen la memoria corta.
Así lo muestra la encuesta realizada en abril de 2022 por Consulta Mitofsky, la aprobación presidencial promedio del Presidente Andrés Manuel López Obrador, basada en el AMLO Traking Poll, realizada para El Economista, el 62 por ciento aprueba su labor, tres puntos porcentuales más a lo registrado en marzo.
Lo anterior, no obstante lo que respecta a la “situación económica” del país, 38.2% de los entrevistados consideró que es “peor” que antes, 31.4% que es “mejor”, 25.2% que es “igual” y que el 63.4% de los ciudadanos considera que la situación de inseguridad en el país es igual o peor.
El regreso del “echeverrismo” o de la docena trágica, también se refleja en la posición del Presidente López Obrador con miras a la próxima Cumbre de las Américas, a realizarse en unos días en Los Angeles, Estados Unidos, cuando afirma que él no asistirá si Joe Biden no invita a Cuba, Venezuela y Nicaragua, con la diferencia de que la “guerra fría” y el comunismo concluyeron en 1989.
Estamos a dos años de la elección del 2024 y el Presidente López Obrador reafirma que su juego será dejar a su sucesor. Cada día nos seguirá engañando con “la verdad” respecto a quién preferirá de sus “corcholatas”: a Claudia que la quiere mucho, a Adán Augusto que es su paisano o a Ebrard que le ha hecho un extraordinario trabajo.
O será que está tapando o escondiendo al verdadero sucesor. Se está consolidando el nuevo “dedazo”. Dado el “estilo personal de gobernar” del Presidente -en palabras de Cossío Villegas-, podríamos estar frente al regreso del “dedazo” que operó el PRI de manera muy exitosa durante décadas.
Para algunos, razón de estabilidad política y de paz social. Para otros, motivo de una “presidencia” hereditaria o la “dictadura perfecta”, como la definió Vargas Llosa.
Los aspirantes en este escenario de la 4T: Marcelo Ebrard, Claudia Sheinbaum, Adán Augusto López.
En este mecanismo de “dedazo”, sin moverse y sin saberlo, sorpresas podrían ser: Zoé Robledo, joven brillante y carismático, el moderno López Mateos; Tatiana Clouthier, por su popularidad, e incluso Beatriz Gutiérrez Muller, al puro estilo argentino (Perón o Krischner).
Es innegable que el PRI es el gran formador de nuestra clase política. Ahí nacieron y se criaron muchos, traen el ADN priísta, empezando por el propio Presidente López Obrador; de ahí salieron muchos a formar otras fuerzas políticas: Marcelo Ebrard, Ricardo Monreal, Porfirio Muñoz Ledo, Manuel Bartlett, Esteban Moctezuma, Alfonso Durazo.
Características comunes: la disciplina, la adoración del líder, la ‘línea’, la justificación de los caprichos unipersonales, las porras para todas las iniciativas presidenciales como la “revocación de mandato” o la “reforma electoral” -leáse desaparición del INE-, el Presidente como centro de todo el poder.
Ahora que el PRI está huérfano de su líder natural, o sea el Presidente de la República, los posibles aspirantes a la Presidencia por ese partido andan “hechos bolas”.
Para reafirmar su esencia se someten y coquetean con el Presidente López Obrador. Ahí está Alejandro Murat, quien acaba de alzar la mano y quiere ser Presidente, aunque ya no se sabe por cuál partido. Oaxaca, su plaza, ya se la entregó a Morena.
Alejandro Moreno, disfrazado de opositor radical, aunque pocos le creen, después del apoyo que brindó en su plaza a Layda Sansores. Como ya también alzó la mano, empieza a ser exhibido públicamente, mediante grabaciones de llamadas telefónicas en las que hace gala de su florido vocabulario y de aparentes triquiñuelas o actos de corrupción para con proveedores o empresas que le han servido.
Por ahora los únicos aspirantes priístas que parecen serios son Alfredo del Mazo y Enrique de la Madrid, que seguramente saben que sin la venia final del gran Tlatoani será imposible lograr la Presidencia.
Dado el catastrófico escenario económico que se avecina y que podría alcanzar a los más pobres, incrementando su número y a las clases medias bajas, reduciendo su nivel de vida, la Cuarta Transformación no será posible, aun con toda la buena fe y voluntad política del Presidente López Obrador. Quedaría en quimera la soñada transformación.
Estaríamos ante la disyuntiva de volver a la “Dictadura perfecta”, o si bien nos va a una “dictadura imperfecta”.
A juzgar por sus acciones de gobierno, AMLO sigue pensando en mantener el poder a toda costa. Sus programas sociales y su permanente discurso de campaña le garantizan alta popularidad. Mantener el poder gracias al “clientelismo electoral.
Al respecto, la politóloga María Amparo Casar habría adelantado que “El proyecto político de López Obrador tiene lo que le falta a su proyecto económico: ‘una planeación de largo plazo con minuciosa anticipación y medición de costos y beneficios’”.
“Estamos”, afirmó Casar, “frente al proyecto de legitimación y permanencia en el poder más ambicioso que haya conocido la exigua democracia mexicana: el diseño de un tecnócrata electoral de altos vuelos”.
Como ciudadanos interesados en un mejor futuro para nuestros hijos, estamos obligados a procurar, al menos en nuestro entorno, un mundo cada vez menos ignorante, con un pueblo de capacidad autocrítica que sea gobernado por líderes con autoridad moral y que defiendan los valores más importantes: la libertad, la justicia, la honestidad, la igualdad y los derechos humanos… líderes que sean ejemplo de las nuevas generaciones y factor de unidad nacional.
***Consultor y académico.