
CHIMALHUACÁN, ESTADO DE MÉXICO, 20AGOSTO2024.- Integrantes de la Colectiva Feminista Ehécatl realizaron una jornada de búsqueda de personas desaparecidas en una zona de basureros que convergen a los límites de los municipios de Chimalhuacán, Nezahualcóyotl y Texcoco, mejor conocido como “El Triángulo de las Bermudas”. El resultado del trabajo de campo fueron varios huesos humanos, sin precisar si pertenecen a una o varias personas. Las madres buscadoras han denunciado la falta del Estado para realizar estas jornadas. FOTO: HAARON ÁLVAREZ/CUARTOSCURO.CON
>¿Cómo es la vida de una mujer buscadora?: «Con el paso del tiempo, aprendí mucho, sobre fosas clandestinas, tipo de suelos, y básicamente a pensar como los criminales”, dice Indira Navarro, quien busca a su hermano desde 2015.
>>Integrantes de la Colectiva Feminista Ehécatl realizan una jornada de búsqueda de personas desaparecidas en una zona de basureros en los límites de Chimalhuacán, Nezahualcóyotl y Texcoco, mejor conocida como “El Triángulo de las Bermudas”.
–El celular de Índira Navarro no para entre los mensajes personales, de quienes necesitan ayuda, reporteros que la buscan constantemente, alertas anónimas y sus compañeras buscadoras.
Como la gran mayoría de sus compañeras, buscar, rascar la tierra y especializarse de alguna forma en materia forense no estaba en sus planes y a 10 años de la desaparición de su hermano que la llevó a sumarse a diversos colectivos en el país, dejar su labor como defensora de derechos humanos no es una opción.
Sin embargo, en un país con más de 123 mil personas desaparecidas y los colectivos de búsqueda están conformados en su mayoría por mujeres, la historia no se enfoca en una sino en las múltiples violencias que viven a diario las buscadoras.
CASI SIEMPRE, MUJERES
La búsqueda y desaparición tiene rostro de mujer en este país, señala en entrevista con EMEEQUIS, María Luisa Aguilar, subdirectora del Centro de Derechos Humanos Miguel Agustín Pro Juárez (Centro Prodh). Su sentencia es respaldada incluso por la Comisión Nacional de Búsqueda, que reconoce que en los colectivos son mujeres quienes principalmente se abocan a la tarea de rascar la tierra y esperar que el resultado positivo de cuerpos sane esa ausencia y regrese a casa a sus seres queridos.
“Ellas son quienes salen primero a buscar información y con el tiempo son quienes documentan mejor los casos de sus seres queridos además de que una vez teniendo pistas, ellas son quienes salen a buscar directamente, con sus manos, con palos o picos en canales, espacios inseguros y se enfrentan a autoridades insensibles y machistas. Ellas son también la mayoría de quienes vienen a nuestros espacios educativos y de asesoría legal para capacitarse, 9 de cada 10 personas que llegan con nosotros son mujeres. Son el rostro de la desaparición”, explica.
Además, María Luisa detalla cómo las mujeres buscadoras requieren de atención mucho más integral pues de pronto ellas son quienes se encargan de garantizar educación, salud, alimentación y cuidados fuera de las búsquedas por lo que el trabajo no solo está en el campo y la desatención a las víctimas y familiares es evidente entre tanta violencia.
Indira Navarro cuenta las vicisitudes que enfrenta día a día. Foto: Guerreros Buscadores de Jalisco.
LA VIOLENCIA INICIAL
Todo tiene un punto de inicio, y en la mayoría de los casos de este grupo de mujeres defensoras, la desaparición se convierte en el parteaguas de una nueva vida. Así lo relata Índira al recordar cómo la desaparición de su hermano en 2015 en el estado de Sonora la llevó a involucrarse en las labores de búsqueda.
“Nunca elegimos ser buscadoras, mucho menos estar a cargo de tanta gente que te pide el apoyo y que estaba en esta posición de ser un un enlace para para todas estas víctimas como defensora de derechos humanos. Soy víctima indirecta de una desaparición, la de mi hermano, el más pequeño y mi talón de Aquiles, pues fue con quien crecí, el 2 de septiembre del 2015. Como amenazaron a mi familia tuve que salir del estado y comencé a buscar, al principio no sabía nada de lo que sé ahora y quisiera conocer para tener toda esta experiencia para encontrarlo”, recuerda en entrevista con EMEEQUIS.
Con el paso del tiempo, Índira vivió en varios estados de la República pues su exesposo era servidor público, policía federal por lo que tenían que mudarse constantemente hasta que decidió radicar en el estado de Jalisco junto con sus hijos.
“Con el paso del tiempo, aprendí mucho, sobre fosas clandestinas, tipo de suelos, y básicamente a pensar como los criminales. Aquí en Jalisco se volvieron muy cínicas las personas que delinquen y las fosas ahora además de grandes podías encontrarlas en predios, en patios de las casas, Jalisco es el primer lugar en desapariciones. Ahí fue cuando una vez que me involucré me sentí una buscadora al 100% y la familia, digamos normal entre comillas que tenía (hijos y esposo) se perdió, cambió porque buscar me dio la fuerza y la valentía para rechazar la violencia que yo vivía en casa“, admite.

VIOLENCIA DE GÉNERO“En estas historias tan dolorosas podemos ver los diversos niveles de violencias que enfrentan las mujeres en la sociedad, por un lado están las ‘evidentes’ como la institucional por parte de las autoridades, la estructural que demerita la lucha de las mujeres que exigen justicia pero también los contextos privados y familiares que llevan de nuevo a la violencia más institucional”, analiza María Luisa Aguilar.
El caso de Índira Navarro es un ejemplo de ello. La propia mujer buscadora cómo es que a la par que comenzaba a vivir con la desaparición de su hermano, su exesposo comenzó a escalar la violencia familiar, llevándola casi hasta el feminicidio.
“Sufrí violencia extrema precisamente por mi esposo quien era un servidor público, un policía. Me golpeó muchísimo al grado de mutilarme dos de mis dedos de mi mano derecha y perforar parte de mi pie. Me arrancaba cabello de mi cabeza y ejercía una violencia que no nomás era física, sino psicológica en todos los aspectos. Lo peor del caso era que mis hijos veían esto; yo le tenía un temor de verdad, porque ya al grado que me decía que si yo llegaba a escapar me iba a encontrar y temía que le fuera a pasar algo a mis papás. Él psicológicamente me trabajó, era un narcisista que me decía ‘si tú me llegas a denunciar, te va a pasar lo mismo que le pasó a tu hermano’”.
La mano de Indira.
Sin embargo, una vez que Índira se involucró en las tareas de búsqueda de personas, decidió avanzar por ella, interponer una denuncia por violencia e intento de feminicidio, divorciarse, aportar pruebas y buscar órdenes de restricción.
“De inicio no se hizo justicia porque él pagó o dinero para que el Ministerio Público perdiera la carpeta, pero aprendí a defenderme. Aprendí a alzar la voz en todos los aspectos, tanto como defensora de derechos humanos a favor de las víctimas de desaparecidos como por mí, que sé que pude haber sido víctima de feminicidio. Ahorita sigo una lucha para que se reclasifique el delito y no solo sea por lesiones que es por lo que lo vincularon, sino por la mutilación y lo que vivimos mis hijos y yo. en que ya se recupera la carpeta. Estamos en un proceso legal. Mis hijos presenciaron todo, tuvieron que tomar terapia psicológica, psiquiátrica, mi niña intentó suicidarse. Tengo fe de que tenga justicia”, dice.
Para María Luisa es preocupante el abandono de las personas buscadoras desde las instituciones: “Desde la sociedad civil al menos hemos contabilizado 25 personas buscadoras, no solo mujeres, pero en su mayoría sí son mujeres asesinadas desde el 2010 hasta la fecha. Eso nos habla del nivel de riesgo que tienen las personas buscadoras al no recibir una atención adecuada por parte de las autoridades y más bien ser ellas quienes tienen que impulsar esos procesos de búsqueda. Buscar nunca debería de costar la vida de aquellas personas que están movidas por el amor buscando a sus seres queridos”, señala.
VIOLENCIA INSTITUCIONAL
Pero la vulnerabilidad también se aborda desde el abandono y revictimización institucional, señala la subdirectora de Centro Prodh quien señala cinco deudas principales:
Las desapariciones no han cesado y se presentan cada vez con patrones más específicos. Abonando al crimen perfecto si hay impunidad en torno a la investigación.
El desmantelamiento de los esfuerzos en materia forense para atender la crisis.
La impunidad pese a la reforma al poder judicial, ya que si no se reforman las fiscalías locales, las madres buscadoras y víctimas indirectas de la desaparición no tendrán justicia.
La falta de asistencia a víctimas y sus familias.
Dejar a un lado la normalización de la violencia.
“Las mujeres buscadoras necesitan atención integral que garantice educación, salud, alimentación y políticas públicas. Y desde la sociedad urge que haya una mirada empática y generosa hacia estas mujeres que que todos los días están buscando un ser querido, pero que también a la par se han convertido en en mujeres defensoras que están buscando que haya cambios específicos en el país, empezando por el el abordamiento de esta crisis”, concluye María Luisa.
EMEEQUIS NOTICIAS @FridaMendoza_
FOTOS: Cuartoscuro.com.